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Ramón Paz, el mejor capitán

No en balde había sido ascendido a Comandante unas 48 horas antes de su muerte. Tenía un historial de hazañas, atrevimientos, actos de sinceridad…

En solo ocho meses de lucha armada en las montañas, Ramón Paz Borroto (31 de agosto de 1924-28 de julio de 1958), consiguió hacerse de un nombre respetado entre sus compañeros.

“El Mejor Capitán”, le decían, un epíteto difícil de ganar entre tanta gente osada, retadora del peligro.

Nacido en la antigua provincia de Camagüey, en el actual territorio avileño, sufrió la separación de sus padres, Isidro y Sara, una ruptura que incidiría en el posterior desarrollo de los acontecimientos, pues Ramón y sus dos hermanos mayores quedarían, finalmente, al cuidado de su tía Ambrosina Paz, en las afueras de Contramestre.

El futuro jefe guerrillero trabajaría en varios centrales azucareros para tratar de ganarse la vida. En busca de sustento, llegó a las extintas minas de Charco Redondo, en las que echó sudores y vio cuánto se atropellaba a quienes laboraban en la extracción del manganeso.

Probablemente en ese lugar se convencería de que iba a enrolarse en la lucha por cambiar el país. Allí conoció a Fidel, en abril de 1953.

Luego también haría amistad con Frank País y se incluiría en el Movimiento 26 de Julio.

Después de permanecer meses en el clandestinaje formó parte del tercer refuerzo enviado a la Sierra por René Ramos Latour.

Aquel soldado de estatura alta –medía más de seis pies- pronto empezó a escalar en la cadena de mando, hasta llegar a Comandante del Ejército Rebelde.

Estuvo entre los que más se destacaron en el rechazo a la ofensiva Fase Final, desatada por las tropas del Ejército de Batista.

En una de esas acciones, en un enfrentamiento con los soldados de Sánchez Mosquera, es ultimado en Providencia, no muy lejos de la Comandancia General de La Plata, en el actual municipio granmense de Bartolomé Masó.

Su muerte causó tremenda tristeza entre sus compañeros, quienes tuvieron el privilegio de ver años después, en julio de 1981, cómo se inauguró, no lejos del sitio de la caída del héroe, un campamento de pioneros. El nombre de la instalación para los niños no podía ser otro: Ramón Paz Borroto.

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