A Marlon Daniel Rodríguez Guillén –joven bayamés de 24 años de edad- su vocación altruista lo ha llevado a tierras de la provincia de Artemisa con apenas un mes de haber terminado el curso de liniero eléctrico.
Con voz cargada de preocupación nos confiesa lo difícil que es dejar atrás a la familia, sobre todo a su pequeño bebé. No sabe cuándo podrán reunirse ni en qué condiciones lo harán.
“Mi esposa fue quien me avisó que tenía que salir urgentemente hacia Artemisa. Estaba muy nerviosa, tuve que calmarla. Tenemos un niño de nueve meses, así que tuve que abrazarlos y besarlos. Ella solo pidió que me cuidara y regresara con vida”, dice.
Pero ahora, todo su esfuerzo está enfocado cumplir con la misión de restaurar el servicio eléctrico en el municipio de Caimito, aunque su corazón esté dividido entre la familia y el trabajo.
“Desde pequeño observaba a los linieros trabajar en las líneas; es una profesión bonita. Aunque al principio tenía miedo por lo peligroso de la electricidad, ese miedo se me fue quitando; uno aprende a trabajar”, asegura.
Marlon Daniel es de esos jóvenes que toman decisiones difíciles, como salir a cumplir con el deber sin importar las condiciones de trabajo ni el lugar.
Sus aspiraciones profesionales van más allá de ser liniero, por eso la capacitación es fundamental para él. En dos años, si la Empresa Eléctrica de Granma se lo permite, espera ascender a la categoría de liniero especializado.
Antes de despedirnos le pedimos que nos dijera cómo describiría a los linieros de Granma con una sola frase, a lo que respondió sin titubear.
“¡Somos un trueno!”, dijo.
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