Bayamo, Granma-. En medio de un desafiante panorama cultural en el que las propuestas comerciales ganan cada vez más espacio, el artista de la plástica Raylven Friman prefiere seguir aferrado a la magia de la creación abstracta sobre el lienzo, con una obra pictórica de elevada factura, que hoy lo consagra como uno de los más dedicados exponentes contemporáneos de ese arte en Cuba.
No en vano, tras casi dos décadas de incansable labor y constante crecimiento profesional, sus cuadros de pequeño, mediano y gran formatos se revelan ante los ojos de los espectadores como propuestas cargadas de emociones y colores ante las que es difícil quedarse indiferente.
Desde la ciudad de Bayamo este joven creador ha labrado una sólida carrera artística en la que figuran 15 exposiciones personales, en Cuba y el extranjero, cerca de medio centenar de muestras colectivas nacionales y foráneas, además de diversos reconocimientos y obras emplazadas en instituciones cubanas, y en colecciones privadas de varios países.
En breve diálogo con este diario, Friman, cuya obra de gran formato se encuentra en el libro La pintura abstracta en Cuba, del investigador Jorge Luis Peraza, devela las razones que sostienen su apego al lenguaje de los trazos y las manchas.
–¿Por qué la abstracción?
–Yo quería ser un pintor figurativo, y aunque me gradué en el año 2006 con una tesis de abstraccionismo, inicialmente era un movimiento que subvaloraba. Con el tiempo descubrí que la pintura abstracta es sumamente difícil, porque no tienes un abc para trabajar, ni un orden en el que puedas definir si se empieza por aquí, o si se compone así. Es el artista frente a la tela en blanco y las soluciones las busca uno mismo. Así se convirtió en mi pasión, pues me exige mucho, y por eso trato de tener un concepto de algo que sea vivencial. No me gusta repetir series y cuando no estoy conforme con la obra no la muestro.
–¿Qué pesa más, la necesidad de ser comercial o la obra en sí?
–Siempre prefiero la obra, porque prostituirse es más fácil. No digo que sea sencillo, porque en la carrera existen altos y bajos; pero pinto para entregar una obra de factura, no pensando en vender. La parte más comercial la desarrollo en otros ámbitos con instituciones artísticas en las que realizo diferentes tipos de trabajo, aunque mis cuadros abstractos también se venden.
–¿Cuán difícil es pintar desde Bayamo y ser visible en el circuito nacional?
–A mí me ha tocado hacerlo desde aquí, y me gusta pensar que el trabajo es el que debe hablar y decir de tu calidad, sin importar el punto geográfico. Eso implica riesgos, pero me gusta correrlos.
–Desde hace unos meses Bayamo cuenta con el estudio-taller Friman, un espacio cultural que se agradece. ¿qué persigue?
–No siempre he pintado en las mejores condiciones. Al principio, incluso, se mojaba la casa, pero luego el espacio comenzó a quedarse pequeño porque por lo general he tenido mucha hambre de pintar; y entonces nació el estudio-taller, con mucho esfuerzo, y sin más pretensiones que las de ser un sitio para desarrollar mi obra y un lugar que le brindara al público, la posibilidad de ver por dónde van mis pasos sin necesidad de esperar una exposición.
«Aunque el consumo de las artes plásticas no es tan rápido como otros productos he tenido la suerte de que haya pasado mucho público y sobre todo niños y niñas, y eso es lo que más disfruto».
–¿Qué hace Friman para no renunciar a crear a pesar de las carencias que limitan y encarecen los materiales?
–Me baso en el principio martiano de que solo el amor convierte en milagro el barro. Amo lo que hago y eso no me deja detenerme. No es fácil, pero busco variantes, porque solo sé que necesito pintar.
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