No hay hombres más desdichados que aquellos que olvidan y desconocen sus raíces… hay que vivir de la historia. Una frase tan sencilla como esta recoge la importancia de salvaguardar la memoria histórica de todo un país.
En Cuba esa ha sido una premisa, desde el ya lejano 1840 existe en la Isla una institución, encargada de recopilar la “documentación de las sucesivas Administraciones coloniales, neocoloniales y algunas del período revolucionario; la perteneciente a personalidades relevantes de la cultura y la política y la que generaran escribanos notariales, órganos consultivos, sociedades, compañías, institutos, museos, universidades y toda la variedad de formas en que se organiza la sociedad civil.”
En los archivos existentes en todo el país se encuentra recogida en documentos y otros materiales todo el devenir de lo que somos sociedad. En estos sitios podemos encontrar el material necesario para reencontrarnos con historias familiares y hoy sirven de apoyo a investigaciones científicas. No han sido pocos quienes han conocido sus orígenes españoles, alemanes, ingleses a través de la indagación en estas instituciones.
Allí se resguarda el Patrimonio, Memoria, Identidad y Conocimiento y por ello es el archivero un profesional de la información, que desarrolla habilidades y competencias para desarrollar sus funciones y ser un eslabón para el conocimiento.
Cada 3 de noviembre se celebra en Cuba, en franco reconocimiento a todos los profesionales que desde las diversas ciencias cuidan el patrimonio de la nación.
En esta fecha se rinde merecido homenaje a Joaquín Llaverías Martínez, quien en el año 1922 fuera nombrado director del Archivo Nacional de Cuba, por el entonces presidente de la República, Alfredo Zayas.
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