Creció con el aroma del café y rodeado de bosque, allá en Dagamal de Nagua, un intricado paraje de la Sierra Maestra, en el municipio Bartolomé Masó, donde, desde pequeño, alimentó sus deseos futuros de convertirse en maestro.
Por eso, Héctor García Salgado, desde que inició su vida como estudiante siempre estuvo inmerso en círculos de interés.
“Fui monitor, siempre colaboraba con los demás”, recuerda.
Y así fue cómo, al paso de los años, el ingenioso niño logró convertir sus aspiraciones en un hecho y se graduó en la especialidad de biología, para luego comenzar la vida laboral en la que siempre se ha mantenido activo.
Héctor trabajó en la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, en Caney de Las Mercedes; además, laboró en centros externos, impartió clases en el Curso de Superación Integral para jóvenes, así como en facultades.
“Me gusta la biología porque es un encanto, es la vida misma”, confiesa, quien se siente identificado con la protección del Medio Ambiente y el cuidado y la conservación de la biodiversidad.
“Al compartir mis conocimientos con los estudiantes me siento como un compañero más entre ellos, porque los puedo ayudar para su futuro”, asegura.
Por ejemplo, en los que aspiran a estudiar medicina, hago hincapié para que tengan los conocimientos necesarios para cuando lleguen a la universidad.
Héctor es jubilado reincorporado al sector de Educación. Su pasión por enseñar y amor a la biología, lo motivaron a regresar al magisterio y hoy trabaja en la Secundaria Básica Ramón Paz Borroto, de Bartolomé Masó.
“Veo la necesidad de la enseñanza, llevarla a todos los lugares que sea necesario, por tal motivo tomé la decisión de volver a incorporarme al trabajo para cooperar con las nuevas y futuras generaciones”, dice García Salgado.
“Para mí ser educador es un privilegio, es lo más grandioso, por eso escojí esta profesión de la cual me siento muy orgulloso”, concluye.