Cómo cantarte tierra rebelde devenida fragua de identidad nacional. Cómo ser justo ante tus añejos años de historia y orgullo. Cómo devolverte abrazos y sueños y esperanzas.
¡Ay Villa mía, ciudad mía, novia mía! Eres paso y puente. Y agua, fragor y combate. En ti se yergue el amor. En ti nace la Patria y se nos estruja el pecho. Contigo el andar y el camino son uno. Y es horizonte, es futuro.
Cómo premiar tu estirpe de mambisa ciudad, de mis penas y dolores. Cómo aprender, todavía aprender, de tu sabia guerrera y tu manto de sollozo y eterna madre.
No hay cielo posible donde ubicar tu estrella. Ciudad de enjambres y trovadores, de trova y prosa, de llanto y lumbre. Bayamo grande, Bayamo enorme. Ciudad de pocos, ciudad de muchos. Tierra de encantos, volcán y triunfo.
Mucho hay que reverenciar a tu frente. A tus venas aún sangrantes. De hijos nobles y encumbradas mentes. De vidas plenas, de entrega firme. Bayamo inerte, Bayamo en marcha, Bayamo proa, Bayamo escarcha.
Estás fundida en mármol y oro. Comarca que jamás decidió con tanto peso el destino de un país, ni mereció semejante cifra de apelativos ganados por un inmenso currículo de glorias y heroicidades. Estás unida a los epítetos de escritores, poetas y periodistas. En ti, ciudad amada, todos los olores, todos los colores para definirte. Y es que eres noche y día, luz y sombra. Eres vieja y nueva. Eres vida.
Compañera fiel con 510 años de andar contundente. Que cada noviembre te vea de azul. Que siga en tu vibra la honra de hombres y mujeres de campo y montaña que ganan derecho a ser pueblo. Libre, sin tutelas, antorcha siempre.
¡Ay ciudad mía, novia mía! Virtud ciudadana, fortaleza de lealtad patriótica y semillas de cubanía. Cómo poner en tu pecho la justa medalla. Cómo devolver los abrazos y sueños y esperanzas. Cómo pedir que no te nos mueras nunca.
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