Es sin duda el sector agrícola uno de los que han recibido con más fuerza el impacto de las complejidades económicas que vive el país, debido a la carencia de recursos e insumos y, justo en este minuto, también enfrenta una muy fuerte y prolongada sequía.
Sin embargo, más allá de esas realidades, el factor humano es determinante por muchas razones, pero la principal es porque de él se deriva la fuerza necesaria para hacer frente a las adversidades y no justificar lo que se puede hacer y no se hace.
Mucho se necesita de esa voluntad, sobre todo, para que se revierta en dos direcciones esenciales: una productividad que pueda responder a la demanda, y por ende, poner freno a los precios excesivos de los productos agropecuarios; y la generación de incentivos que acerquen cada vez más a los trabajadores a la tierra y no al revés.
Este diario encontró algunos de los miles de ejemplos que nos hablan de la valía de ese sector, y del empeño que, por encima de las dificultades, le ponen nuestros hombres y mujeres del campo a su imprescindible y titánica misión.
EL MIJIAL
Cultivos con muy buena salud sin afectaciones por el Trip. Eso fue lo que encontramos al llegar al polo productivo de El Mijial, determinante para la producción de granos en Las Tunas.
«Esto es gracias a los trabajadores», es lo primero que nos dice Feliberto Paneque, presidente de la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Cosme Torres. Allí se plantaron 53 hectáreas totales de frijol, con un rendimiento esperado de 20 toneladas por hectárea.
La zona es una de las que hoy cuentan con el más valioso de todos los recursos, el agua, gracias a la existencia de varias micropresas que, aun afectadas por la sequía, cumplen su cometido; pero, lógicamente, no todo es color de rosa.
Wilfredo Gómez, usufructuario de la finca número 6, quien sembró en esta campaña 13,42 hectáreas, señaló que la lucha para sostenerlas ha sido constante, pues reconocen la necesidad del cumplimiento de los planes, sobre todo, para cubrir las demandas de la canasta básica.
«La situación con los insumos es muy compleja, pero no nos detenemos, buscamos alternativas, hasta hemos ido a otras provincias a buscar algún recurso».
Osmer Reynaldo Cruz, productor de la misma finca, explica que hoy existen 75 hectáreas sin sembrar por falta de medios para el riego. «Esta es una zona con tradición productiva, y tenemos agua, pero no tenemos con qué regar.
«Sabemos que hay muchas limitaciones materiales, pero también es cierto que hay lugares donde esos recursos están ahora subutilizados, y aquí se necesitan. Lo otro es que en tiempo de seca es más fácil salir, pero cuando llueve, es muy difícil sacar las producciones porque los caminos están en pésimo estado».
No obstante, estos productores no decaen en su empeño, a estas alturas ya deben haber cosechado lo que vio esta reportera a su paso por el lugar, pero, como ellos mismos aseguraron, después de la cosecha, a preparar tierras y a sembrar maíz.
ENTRE LA INICIATIVA Y EL DESARROLLO LOCAL
Justo a la entrada de la css Elpidio Sosa, un cartel anuncia que se desarrolla allí un proyecto de desarrollo local, y desde ese instante se advierte que esta unidad productora tiene metas ambiciosas.
Con un patrimonio de 647 hectáreas, 422 de ellas dedicadas a la ganadería, se han propuesto objetivos esenciales: diversificar sus horizontes, cerrar ciclos productivos, y acceder a ingresos que puedan revertirse en mejores resultados.
Wilmer Espinosa Vargas, presidente de la cooperativa, explicó que el proyecto es amplio y abarca una minindustria de materiales de la construcción (que ya produce), otra para producciones destinadas a celíacos, el fomento de frutales, para completar su procesamiento dentro de la propia cooperativa; un área comercial con una juguera incluida, un área de lombricultura techada y un aula para capacitación, que ya ha tenido pasos de avance.
«Para poner un ejemplo –dice Wilmer–, nuestra minindustria de materiales de la construcción procesa la escoria negra residual de la acería de Acinox. Producimos, además del cemento alternativo resultante de ese proceso, recebo, polvo de piedra, gravillas de diverso calibre, y trabajamos en el montaje de una prensa para la fabricación de ladrillos, a partir de la propia escoria negra».
Esas metas avanzan, sin dejar de cumplir con lo más importante, la entrega de leche directa a las bodegas y la producción de alimentos. El propio Presidente de la ccs explicó que los ingresos que ya se han generado por esas iniciativas se aplican, por ejemplo, en la recuperación del riego, imprescindible para garantizar resultados productivos.
«La idea es poder invertir, gradualmente, en el desarrollo de nuestro componente agrícola», aseveró.
GUABINEYÓN 4
Esta unidad básica de producción cooperativa (UBPC) tiene por objeto social la siembra y producción de caña, y sus resultados sostenidos hablan de la constancia y del empeño diario de un colectivo que no entiende de justificaciones.
Desde hace ocho años se insertan en el movimiento político productivo por las 70 toneladas de caña por hectárea, en el cual han mantenido, durante siete años, la condición de trofeo de plata, con un potencial de 60 toneladas, aunque en lo que va de este año la sequía los ha golpeado muy fuerte.
Arturo Proenza, su presidente, explica siempre con orgullo que han logrado cohesión en el trabajo cuyos frutos son palpables.
«Como promedio, todos los años esta ubpc reparte entre sus trabajadores montos que ascienden a los cinco millones de pesos. Eso se traduce entre 45 000 y 50 000 pesos de dividendo final por trabajador.
«Ni en los momentos más difíciles hemos cerrado nuestro comedor, y aunque a veces no contamos con todos los recursos, buscamos alternativas, pero garantizamos desayuno y almuerzo para unas 90 personas cada día.
«Tenemos un módulo pecuario fuerte, que se mantiene siempre sobre los 200 ovejos y una cifra similar de conejos, también criamos gallinas y cerdos. Tenemos cubierta toda el área cañera y de las tierras de producción de alimentos, la que no está sembrada está en preparación, o lista para sembrar, esa es una tradición nuestra».
LA SIGUARAYA
Ciertamente, 2022 no fue un buen año para el módulo de casas de cultivos protegidos La Siguaraya. Pese a los esfuerzos conjuntos, no fue posible concretar los planes, los ingresos se quedaron por debajo de lo previsto, y eso, lógicamente, afectó el salario medio de los trabajadores.
Sin embargo, el sentido de pertenencia de los hombres y mujeres que allí laboran ha permitido comenzar este año con nuevos ánimos, y emprender estrategias que permitan garantizar los niveles productivos y acceder a utilidades.
Suilberto Sánchez Ramírez, director del módulo, explicó a este medio que cuentan con 38 casas de cultivo, y que el 80 % de lo que allí se cosecha se destina al turismo, mientras que el otro 20 se comercializa a la población.
«Realmente, 2022 fue un año complejo, pero estamos trabajando para recuperarnos. Tenemos tomate, pepino, remolacha, zanahoria y ají chile habanero, este último destinado a la exportación. Dedicaremos ocho casas a este cultivo, ya hemos exportado por la vía de Ceballos, pero estamos coordinando hacerlo por la empresa tunera Agroint, que ya tiene esa facultad».
Los insumos y las semillas, mayormente importadas, son muy caros, por lo que se ha hecho necesario aplicar otras tecnologías y utilizar semillas propias, algo que han venido aplicando desde hace varios años, aunque los rendimientos realmente no son los mismos.
«Lógicamente, esas semillas, lavadas como les llamamos, van mermando y eso se manifiesta en el resultado final del producto, pero sí ha sido una alternativa muy valiosa», explica el directivo.
«No nos hemos detenido y no vamos a hacerlo. Hay que ver cómo los trabajadores se empeñan para que los cultivos cumplan los estándares de calidad, eso es un mérito que tienen ellos.
«Nosotros pensamos cerrar ya el primer trimestre del año con utilidades, y la idea fundamental es mejorar el salario de los trabajadores y poder también reinvertir aquí y mejorar las condiciones de trabajo y los índices productivos», concluyó.
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