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🔊 Omara Portuondo, del escenario a la eternidad (+ audio)

 

Hace muchos años que Omara Portuondo rebasó la acariciada popularidad para alcanzar una dimensión artística donde es imposible explicarla con la crítica o el discernimiento. Ella es irrepetible, y sus dones, añejados por una larga carrera, son el atributo que la distingue entre muchas cantantes que incursionaron en un repertorio de géneros tan variados como la canción romántica, el bolero, el son y la canción de cuna, por solo mencionar los más representativos. Su ductilidad expresiva, su dicción, su absoluto sentido del ritmo, así como su gracia criolla y su dramatismo se engarzan en un perfecto arpegio de perfección.

Emociona sabernos compatriotas de tan insigne artista. Pocos como ella han logrado proyectar el acento musical de lo cubano con el alcance universal que la distingue. En el arte de Omara nos sentimos representados como pueblo.

Con un instrumento vocal de cualidades singulares, agudos sorpresivos y lalaleos inigualables, Omara Portuondo hace gala de una limpieza y un brillo propios. Quien es hoy calificada como la Diva del Buena Vista Social Club grabó originalmente en 1960 las piezas del disco Magia negra, cuando comenzaba su carrera de solista luego de haber participado en agrupaciones y cuartetos tan señeros como el de Orlando de la Rosa y el D´Aida.

Magia negra, idea original del compositor y pianista Julio Gutiérrez, colocó a Omara en el cenit del mundo del disco. Y cumplimentó su antojo de mostrar la versatilidad de su arte. Desde entonces, Cuba y gran parte del mundo, han admirado a esa Omara lozana y atrevida, capaz de arriesgarse a emular con timbres sonoros diversos y complejos en los que ella ha sabido desplegar su inmenso talento musical.

Versiones jazzeadas de piezas clásicas como Llanto de Luna incitan a un diálogo con la cantante que convirtió la nueva entrega en un regalo para el espíritu.Después, ya lo sabemos, Omara continuó creciendo hasta ser imprescindible. Cantó a Portillo de la Luz y José Antonio Méndez, a Marta Valdés y Piloto y Vera; nos arropó con los Veinte años, de María Teresa Vera, y conmovió con su Gracias a la vida, de Violeta Parra, y, fiel a sus orígenes, volvió a reunirse con Elena Burke y Moraima Secada, en una estremecedora página de Alberto Vera que las ratificó Amigas para la eternidad.

.Escuchándola comprobamos que no por gusto el público, que es quien pone las jerarquías, la bautizó como lo que ella es, una diva de este tiempo, su tiempo.

Por ello cuando la música suena, se abre el telón y ella aparece, nos embriaga y cautiva desde sus brazos apretados contra el pecho, que solo abre para repartir amor. Por ello, cuando sus agudos se esparcen por el escenario, inundan pasillos, palcos, se escurren por entretelones, cortinas y ella brilla, como no lo puede hacer nadie. A 93 años de su bendita llegada a la vida, Cuba le reverencia, la patria toda inclina la frente ante la mujer, la artista, la cubana. Y lo hará para siempre.

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